EL MOTE: “SABOR DE LOS ANDES”

La historia del mote peruano se remonta a las épocas preincaicas e incas, cuando el maíz era uno de los cultivos principales de las civilizaciones andinas. Este cereal, altamente valorado por su versatilidad y su importancia nutricional, fue base de la alimentación de los pueblos originarios del Perú.

El Mote peruano es más que un alimento; es una conexión viva con las tradiciones ancestrales y un testimonio de la continuidad cultural en los Andes.

Orígenes en las culturas prehispánicas

El mote, conocido en quechua como mulli o muti, era un alimento esencial para las culturas andinas como los Moche, los Nazca, los Wari y los Incas. El maíz, después de ser desgranado, se cocía en agua y, en algunos casos, se pelaba utilizando cenizas o cal, un proceso conocido como nixtamalización, que facilitaba la digestión y aumentaba el valor nutritivo del grano.

Importancia en la dieta andina       

El mote era un alimento básico en las ceremonias religiosas y los banquetes comunales del Tahuantinsuyo. Los incas valoraban el maíz por su simbolismo sagrado y su capacidad para sustentar a las comunidades. El mote era consumido solo o acompañado de otros alimentos, se puede comer con Uchucuta. También se usaba en ofrendas a los dioses.

El mote en la colonia y la actualidad

Durante el período colonial, el consumo de mote continuó, pero se fusionó con ingredientes europeos, como carnes y especias traídas por los españoles. Hoy en día, el mote sigue siendo un plato emblemático en la gastronomía peruana, especialmente en las regiones de la sierra.

El mote peruano representa un vínculo profundo con las raíces culturales y sociales de las comunidades andinas del Perú. Su importancia se extiende a varios aspectos: 

Identidad cultural: El mote, elaborado a base de maíz blanco cocido, es un símbolo de las tradiciones andinas. Su consumo conecta a las comunidades con sus ancestros y la historia de la región, destacando la riqueza agrícola y gastronómica del Perú. Es un plato que se comparte en celebraciones, ferias y rituales, consolidando su lugar como patrimonio culinario. 

Sustento económico: El cultivo del maíz y la producción de mote son actividades económicas esenciales en muchas comunidades rurales. Generan empleo, dinamizan la economía local y fortalecen los mercados de productos tradicionales. Además, el mote es un producto altamente comerciable, tanto en mercados locales como en exportación. 

Alimentación y nutrición: El mote es un alimento accesible y nutritivo, rico en carbohidratos, fibra y vitaminas, lo que lo convierte en una fuente energética importante para las comunidades. Es un componente clave en dietas equilibradas y complementa otros alimentos como las carnes, los tubérculos y las legumbres. 

Rol en la sostenibilidad: La producción de maíz para mote promueve prácticas agrícolas sostenibles, respetuosas con el medio ambiente y adaptadas a las condiciones del altiplano. Además, su bajo impacto ambiental y la preservación de variedades nativas de maíz contribuyen a la biodiversidad agrícola. 

Cohesión social: El mote es un elemento de unión en las comunidades. Su preparación y consumo suelen ser actividades colectivas que fortalecen los lazos familiares y comunales. En fiestas tradicionales, como las patronales o la celebración de la Pachamama, el mote es indispensable. 

Rescate de tradiciones: En un contexto de globalización, el mote ayuda a preservar las costumbres y los sabores locales frente a la homogenización de la gastronomía. Su preparación tradicional, que puede incluir el uso de leña y ollas de barro, es un acto de resistencia cultural. El mote peruano no solo nutre el cuerpo, sino que alimenta el alma y la identidad de quienes lo producen y consumen.

En el Perú, existen variedades de mote que varían según la región:

El Mote serrano: Se consume en zonas altoandinas como Cusco, Puno y Ayacucho, donde suele acompañar a varios platos.

El Mote costeño: En zonas de la costa norte, como Lambayeque y La Libertad, el mote acompaña platos como el shámbar o el seco de cabrito.